La violencia asesina del terremoto del sudeste asiático nos ha puesto ante nuestra desnuda condición humana y ante nuestras responsabilidades. Ante la insuficiencia de nuestros conocimientos y ante la insuficiencia de nuestra tecnología. Hay fenómenos que parecen aumentar por la acción del hombre. Razón por la cual tenemos que asumir las consecuencias y los efectos de unas decisiones que tomamos diariamente con relación al hábitat y a la historia.
Los científicos señalan que la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera alterará el clima y fomentará los fenómenos externos. Los científicos nos deberán dar las razones y el nivel de inevitavilidad de estos hechos. Evidentemente, todos deploramos lo ocurrido y nos rondan (como siempre) las dudas sobre lo que debería haberse hecho para evitarlo. Ante lo irremediable ya no valen los lamentos, sino las soluciones y la solidaridad.
Es verdad que la desmesura de este acontecimiento y su carácter repentino, han golpeado nuestras conciencias y provocado un choque emocional. Pero no olvidemos esto: cada día, según la FAO, a causa del hambre y la malnutrición, mueren en el mundo 25.000 personas, especialmente niños. Recordar en estos momentos este dato, no significa relativizar la magnitud de la tragedia del sudeste asiático.
Estos hechos y verdades deberían llevarnos a la reflexión profunda y a la acción política. No podemos quedarnos quietos. El que nuestros gobiernos tomen unas decisiones u otras son significativas de unos valores positivos e importantes o negativos y secundarios. Lo ocurrido en el sudeste asiático nos ayudará a abrir los ojos. La movilización de la solidaridad de los ciudadanos tendría que orientarse no solo en lo económico, sino también en lo político, y estructurarse seriamente en torno a dos objetivos bien claros: el aumento de la ayuda pública al desarrollo y la condonación de la deuda pública de los países pobres. Y esto, particularmente en lo que se refiere a los países afectados por el tsunami, pero también a los países más desfavorecidos de esta Tierra.
Los buenos sentimientos de estos momentos tienen que transformarse en verdaderas medidas que respondan a los auténticos problemas que tiene la Humanidad.